Todo hombre, no importa cuan pequeño, necesita de un alterego.
Esa es la idea que me golpetea mientras bajo la pequeña y empinada escalera que separa el "aca" del "alli", mi cuarto de la solenme y fria casa. Bajo la escalera porque ando falto de combustible, aquel liquido espeso de ingredientes misteriosos, color obsceno y gasificado. "Trae Coca" todavia escucho en mi cabeza, esa voz femenina, que Laura sabe dejar ir y que yo se recibir.
Siguen sucediendose escalones, mientras pienso en alteregos.
Algunos nacen alteregos tontos, rebuscados, severos y de alguna forma lejanos a ellos. Nada mas erroneo. Los alteregos, nosotros, somos lo mismo. Nuestro defectos ampliados, nuestras virtudes inexistentes, pero igualmente nosotros. Como si todo saliera mal, y se supiera que no puede suceder de otra forma, los alteregos, creen vivir en un mundo que nos pertenece tambien. Aquel de dudas y maleficios, a veces mas reales que nuestros propios piececitos.
Faltan pocos escalones, mejor apuro.
Nuestros alteregos, no viven dentro nuestro, sino que son nosotros. Viven en algun lado, que no es el nuestro. Las situaciones que viven no fueron las nuestras, pero podrian serlo. Las situaciones en las que se involucran tienen de invencion tanto como de realidad. Nada ha ocurrido, todo ya ocurrio, y todo dejara de ocurrir.
El ultimo escalon. Veo dos figuras, dos sombras. Los se conocidos. Vlad e Isaias, ahi esperando que baje de una vez. Todavia indeciso, tiemblo ante la posibilidad. " Mati, trae coca". Y bajo predecible, ya como Vlad. Ya como Matias. Que tanto, tambien tenemos sed.
Cualquier parecido con la realidad es pura obviedad. Nada es coincidencia.
